Cómo caminamos
Lex Vivendi

Silencio, palabra y acción

Hay una circularidad intrínseca y continua entre el bautismo de Silencio que viene dado por la contemplación, la unción de la palabra que brota de ese Silencio y la atención con la que está llamada a realizarse toda acción.  

Actitudes

Nuestra vida cotidiana, nuestro modo de vida, son el mejor “termómetro” de nuestra relación con Dios. Cuando nuestro camino de contemplación nos va llevando hacia dentro, se va dando una transformación en la cual vamos pasando de vivir en referencia a nosotros mismos a vivir en referencia a Dios, a los demás y a todas las otras criaturas.

Atención

Ser contemplativos es abrir nuestra mirada, dejarnos mirar tal y como somos para acoger la realidad tal y como es, entregándonos a ella compasivamente. Permaneciendo quietos, callados y acallados nos acercamos al presente y vamos cultivando la atención. La atención es fuente de revelación, manantial de gratitud y surtidor de confianza, posibilitando que la semilla del Ser florezca. La mirada atenta a nuestro interior nos devuelve a casa. La escucha del Silencio nos regala una nueva forma de asomarnos al mundo y todo comienza a hablarnos. Vivir en Su presencia nos permite permanecer en el Ser. Recogiéndonos en serena calma, haciendo una pausa de nuestras actividades, ofrecemos ese tiempo de apertura a Quien es fuente dadora y a toda la humanidad, a quien va dirigida.

Veneración

Todo ello lleva a la reverenciación de cada criatura o cosa porque se percibe el destello sagrado de cada ser. Extendiéndose a todo lo que comemos, vestimos, utilizamos, etc.

Gratitud

De ahí brota espontáneamente una actitud de agradecimiento por todo lo que se nos da a cada instante que se contrapone a la queja, a la exigencia.

Sobriedad y solidaridad

La consciencia del carácter sagrado de cada cosa conlleva la liberación de la pulsión de apropiación y de acumulación de nuestra cultura y fomenta una actitud de sobriedad que lleva también a la solidaridad.

Responsabilidad

La persona irradia una luz que se refleja en los diferentes ámbitos de su vida: relaciones personales, trabajo, familia, comunidad, compromiso social…
Cuando nos vinculamos con la presencia de Dios, él nos acoge en su amor eterno.

Nuestra vida se hace más sencilla y serena, y las actividades más dinámicas y eficientes, porque Dios obra a través de nosotros más de lo que nosotros obramos por nosotros mismos. Somos instrumentos en sus manos (….).

La fuerza brota de nuestro centro. Dios actúa a través de nosotros.
Franz Jalics
Lo propio de esta oración es que no hay nada que hacer en ella, sino que hay que dejarse hacer por ella y en ella. Existe una correspondencia entre el modo de vivir y el modo de orar.

Y es que la oración no es una actividad separada de la vida, sino que es una condensación de ella, un punto de llegada y un punto de partida para volver a nuestras circunstancias ordinarias con más energía, apertura y claridad.

De hecho, se da una circularidad según la cual la cualidad de nuestra oración depende de la cualidad de nuestra vida. Adentrarse en el camino de la contemplación implica dejarse conducir. La oración silenciosa y contemplativa no aleja de la acción ni del compromiso con el mundo, sino que es un estímulo para estar más profunda, lúcida y serenamente presentes.
Javier Melloni
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